Estudiar ¿para qué?

Benedetta CappelliniArtículos

«La preocupación del hombre y de su destino,
debe ser el principal interés de todo esfuerzo técnico;
no lo olvidéis nunca, en medio de
vuestros diagramas y ecuaciones»
Albert Einstein
Eleonora: ¿Cómo es posible tener siempre ganas de estudiar?, ¿qué es lo que ha vuelto a despertar en ti el gusto por el estudio?

Bersanelli: La primera observación que quiero hacer es que la gente estudia. Es decir, los seres humanos, desde que existen (a diferencia de los gatos, los lagartos y la hierba) se plantean el problema del estudio; o mejor dicho, no es que tengan el problema del estudio, sino que, de hecho, estudian, se relacionan con la realidad queriéndola conocer. Este es un dato de hecho, es algo típico de los seres humanos y de ningún otro organismo vivo. Pero, ¿por qué el ser humano -y por tanto, cada uno de nosotros- tiene esta naturaleza?, ¿por qué el ser humano se percata de la existencia de las cosas? Cada uno de nosotros se da cuenta de que las cosas existen, pero no sólo eso, hay algo más. Yo soy astrofísico y en mi trabajo, construimos instrumentos que, en cierto sentido, “detectan” las cosas mucho mejor que nosotros, instrumentos que ponemos en órbita para “ver” cosas que, de otro modo, no podríamos ver. Estos aparatos científicos, en cierto sentido “se percatan” de las cosas. ¿Cuál es la peculiaridad del ser humano? Que no sólo se percata de la existencia de las cosas, sino que además se siente atraído por ellas. En la relación con la realidad nace la curiosidad, un interés por la naturaleza de las cosas y de su significado. ¿Qué está haciendo aquí esta botella de agua? Y ya parto con ventaja, porque me percato enseguida de que se trata de una botella de agua. Pero si en lugar de la botella fuera una bonita caja de madera, yo, con curiosidad, la estudio: la miro y me pregunto qué habrá dentro: ¿será una bomba (¡alguien quiere matarme!)?, ¿tendrá caramelos?, no sé, ¿tendrá una botella de agua?

Estamos hechos de tal modo que la realidad suscita en nosotros un deseo de entrar en relación con ella. Es lo que les pasa a los niños; lo que nos ha pasado a cada uno de nosotros cuando éramos niños; mucho antes de que nos planteáramos el problema del estudio como tal, ya nos habíamos introducido en la relación con la realidad. Observando a mis hijos cuando eran pequeños, antes de que fueran al colegio, me daba cuenta de que ya “estudiaban” la realidad.

El hecho de que volvamos a tener ganas de estudiar, tiene que ver con algo muy sencillo: que se despierte la curiosidad por la realidad. No hay una terapia para eso, pero está claro que el quid está en descubrir la curiosidad por lo que existe. Lo que nos rodea no debe nunca darse por descontado o parecernos banal, ya que siempre tiene dentro un secreto, un punto de enganche que interesa a la persona.

 Pero puede que esta curiosidad no sea instintiva; entonces hay que hacer un trabajo que a veces (casi siempre) es cansado, pero existe siempre un hilo de curiosidad real, el hilo más precioso, el hilo que nos liga a la posibilidad de conocerlo todo. Puede que ese hilo sea tenue y sea necesaria una ayuda, pero os aseguro que sin este hilo de curiosidad, si no nos sorprende el hecho de que las cosas existan -y que existan tal y como son-, sin este miligramo de estupor frente al dato que es la realidad, sería absolutamente imposible estudiar, seríamos como los gatos o los lagartos: ellos también ven las cosas, quizás puede decirse que, de un modo muy rudimentario, “se dan cuenta de las cosas”, pero no poseen la naturaleza del ser humano, no pueden darse cuenta del sentido que tienen las cosas.

Percatarse del sentido de las cosas quiere decir entablar una relación verdadera con todo lo que nos rodea. Las matemáticas, la física, o la literatura son una especie de “caminos” que nos ofrecen todos los que van por delante de nosotros para que podamos entrar en una relación verdadera y sana con esta “cosa” tan increíble que es la realidad. Lo que pasa es que si tú no tienes este deseo y esta curiosidad, si no abres los ojos de par en par a la realidad, nada te dice nada. Entonces ¿qué puede ayudarte? La presencia de ciertas personas, como tu profesor, o tal vez un compañero que tiene esta apertura, este estupor por la realidad. Eso es un bien. A mí me ha ayudado mucho encontrar a gente así, gente que gusta de una relación verdadera con las cosas, de un conocimiento verdadero, no sólo porque la realidad me provoque una emoción sino porque entiendo que tiene que ver conmigo.

Me preguntabas cómo nació en mí la pasión por el estudio. Ante todo, yo, como los demás, no es que siempre haya estado apasionado por todo lo que estudiaba. Quizás de pequeño mis padres me ayudaron mucho, antes de que fuera a la escuela, porque mi padre me llevaba a menudo a la montaña y me hacia contemplar las flores, hasta las más escondidas, los insectos y muchas cosas de las que yo no me habría dado cuenta. Él no era un experto, pero me ilustraba lo que veía, me señalaba las montañas… las cosas de las que no me habría percatado, él me las hacía ver. Estoy muy agradecido por haberme encontrado con personas, empezando por mis padres, que me han mostrado qué quiere decir amar la realidad: esta es la mayor lotería que os pueda tocar

Cuando estaba en el instituto, comencé a sentirme muy atraído por las estrellas del cielo, por la inmensidad de esta realidad (en el sentido físico del término). Recuerdo que cuando tenía trece o catorce años me iba en la bici a una biblioteca que estaba a tres o cuatro kilómetros de mi casa y me leía todos los libros de astronomía que encontraba; me había comprado un telescopio y con él observaba el sol y las manchas solares, los satélites de Júpiter… eran precisamente la curiosidad y el estupor lo que me movían. Desde entonces, seguí manteniendo ese interés y ahora -también gracias a mil coincidencias que se han dado en mi camino me encuentro ejerciendo una profesión que desarrolla exactamente aquella pasión. La pasión que vosotros tengáis ahora es importantísima, porque la curiosidad por la realidad no nos viene de cualquier forma: si hay un punto de interés en vuestra vida, en lo que estudiáis, ese punto es como una brecha que tiende a abrirse (¡aunque no automáticamente!) y abarca todo, porque si sigues hasta el final un interés particular, acabas interesándote por todo.

Marco: Me preguntaba que si alguien tiene una pasión por algo que no tiene nada que ver con las materias que estudiamos, ¿qué puede hacer para que esta pasión tenga que ver con todo?

Bersanelli: Mira, yo creo que toda pasión por la realidad lleva en sí algo bueno. Hay que entender una cosa: ¿para qué estamos hechos? Tu pregunta nos introduce en una nueva cuestión, la cuestión del hombre.

Hemos dicho que si no tenemos una curiosidad por la realidad, nos quedamos como bloqueados, pero esta curiosidad puede darse por distintos aspectos particulares de la realidad. Por ejemplo, en la lista de intereses de mi hijo, que ahora esta en tercero de la escuela media, lidera el fútbol. Él juega al fútbol y eso es bueno, hasta el punto de que creo que el hecho de vivir el juego con algunos de sus amigos, de dedicarse a su pasión, forma parte de su educación. Por otro lado, él, ya con trece años (algo más joven que vosotros) empieza a darse cuenta de que no puede limitar toda su atención al fútbol, porque se perdería algo fundamental. Esto tiene que ver con esa preocupación por el destino del hombre de la que hablaba Einstein. El hombre no se siente sólo atraído por lo inmediato, sino que percibe lo que le corresponde, lo que encaja con la grandeza de su alma, entiende que nada limitado puede satisfacerlo. Porque, como os decía antes, el hombre afirma siempre un significado, afirma que su vida tiene un destino a través de todo lo que le rodea (la botella de agua, el cielo estrellado, la mujer a la que ama el hijo o el trabajo). Ahora bien, esto no puede dártelo el fútbol, y ni siquiera la astrofísica Tenemos que ayudarnos a darnos cuenta de que hay ciertas preguntas para las que es necesario buscar una respuesta si queremos mantenernos en un nivel humano de atención. No quiero decir que se tenga que renunciar al fútbol o a la astrofísica, sino que el fútbol y la astrofísica nos ayudarán a tener un horizonte más amplio si tomamos en serio este deseo. Esto es lo que la escuela sugiere (o debería sugerir): el método que viene de la tradición. ¿Por qué estudiáis en el colegio Lengua, Física, Matemáticas, el arte de lanzar la jabalina o el funcionamiento de la ruleta de Montecarlo? Hay factores de la tradición humana que se imponen con evidencia como caminos importantes para el mañana. Después, se puede discutir sobre los programas, de hecho, conviene discutir la forma de estudiar la historia, etc.,etc. Puedes tener interés por saber cómo se lanza la jabalina, y eso es bueno, pero si pensaras realizar tu humanidad lanzando jabalinas, cometerías un error de perspectiva; hay algo más, y si tú entiendes que existe este “algo más”, te empeñas en que este “algo” te constituya y hasta tu forma de lanzar la jabalina será más consciente; quizás no batas tu récord, pero serás más consciente. ¿Alguna objeción?

Marco: ¡Para ti es fácil decirlo porque te apasiona tu trabajo!

Bersanelli: No nos equivoquemos. El hecho de que yo viva una pasión por mi trabajo, que además es la que tenía desde niño, no significa que cada mañana, cuando tengo que levantarme y empezar el día tenga este sentido de tranquilidad y alegría… quítate eso de la cabeza, porque la realidad es siempre un nuevo desafío supone siempre un trabajo, a veces muy grande. Siempre te lanza un desafío sobre todo a nivel de lo que interesa, de la certeza de que lo que haces tiene que ver contigo.

La realidad siempre supone un trabajo, una dificultad y, desde este punto de vista, para mí es igual que para cualquier otro. Lo veo a diario, cuando hablo con mis amigos, con los compañeros con los que estudié física: cada uno hace una cosa, pero la cuestión verdaderamente dramática para todos es reconocer en lo que hacemos, en nuestro trabajo o en tu estudio, un camino para la construcción de nosotros mismos.

Si vas al fondo de lo que tienes entre manos, emerge algo que tiene que ver contigo, Lo que te interesa (en el sentido de que te gusta) está más a este nivel que al de las cosas en sí. Estoy convencido de que si para mí no hubiese sido así, habría llegado a perder la pasión que tenía a los trece años, no habría florecido.

Lo que de verdad interesa al hombre es la “preocupación por el destino”. Si esta preocupación está ausente “dentro de nuestros diagramas y nuestras ecuaciones” o de la masa del pan que el panadero tiene que amasar, el trabajo es menos tuyo y, a la larga, se vuelve aburrido y vacío de contenido. Yo conozco a unos cuantos astrofísicos cínicos y aburridos. Porque lo que hace que algo sea interesante no es la materia en sí, sino el nexo que ese particular tiene con el destino, es decir, con lo que te corresponde completamente.

Sante: Estoy en segundo del instituto técnico. Mi pregunta tiene que ver con la asignatura de matemáticas. El problema es que nunca estoy a la altura de la media; yo me esmero, incluso voy a clases de recuperación, en casa hago ejercicios… en fin, que empeño hay, pero no logro resultados y nunca apruebo. Quizás sea una cuestión de método, porque veo que mi esfuerzo no es suficiente.

Bersanelli: Como en el lanzamiento de jabalina tampoco basta tener un deseo grande y muchas ganas para batir el record mundial, ¿no crees? Esto es interesante. Si el hombre no encuentra algo con lo que sé sienta realizado, una huella de algo que le corresponda verdaderamente es como si se mermara, porque no es bueno que el hombre no realice un camino en la vida, que no tienda a algo grande. Pero nadie ha dicho que eso signifique que el hombre lo consiga todo; es posible que alguien no llegue a lanzar la jabalina más de cuatro metros y medio (me he quedado un poco corto, pero bueno). Puede que uno no tenga una gran capacidad para las matemáticas, ahora bien, si entiende que de alguna manera, también las matemáticas que tiene que estudiar en el instituto son interesantes para su vida, si se fía de esta intuición, aunque no logre grandes resultados, las estudiará con más gusto. Y al mismo tiempo, ya no le destruye el hecho de no aprobar, porque tú puedes ver realizada tu vida perfectamente sin ser un gran matemático, incluso sin haber aprobado las matemáticas. ¡Tranquilo, no te deseo que las suspendas! ¡Estoy diciendo justo lo contrario!

Tu interés demuestra una posición positiva frente a la materia. El trabajo que realizas, sin llegar a “arrancar” del todo, puede llegar a ser más importante que los resultados, si tienes una razón por la que merezca la pena hacer ese trabajo. Dicha razón está vinculada a una razón más grande: tú estudias porque entiendes que en tu trabajo (que es el estudio en el colegio, pero también el estudio de la vida, la relación con toda la realidad) hay una promesa de felicidad. Sigue intentándolo, continúa, porque si comprendes que ese trabajo vale la pena para realizar tu vida, es trabajo bien empleado. Después, además, vendrán los resultados.

Cuando estés cansado de estudiar matemáticas, ponte con tu asignatura preferida, sin olvidarte de las matemáticas, y verás como acabarás apasionándote por todo, porque por una pequeña brecha se cuela la pasión por toda la realidad.

Fabiana: Yo estudio en el liceo sociopsico-pedagógico, y también tengo un problema con las matemáticas. La profesora no me cae bien, no soporto su actitud y me parece que eso me hace que estudie menos, que me interese menos por la asignatura. Me gustaría saber cómo puedo mirar de otra forma a la profesora.

Bersanelli: ¿Es duro, eh? Es duro porque, objetivamente, es más difícil apasionarte por una asignatura si no hay una simpatía por la persona que tiene que introducirte en ella. ¿Y cómo te introduce? Estando ella misma apasionada por la materia. Esto es lo primero que quiero decirte: admitamos que tu profesora tiene una actitud algo “cargante” respecto a ciertas cosas, pero también puede suceder -y te invito a que reflexiones sobre ello-, que puedas descubrir algo interesante en el hecho de que vaya cada día a clase a darte matemáticas; que puedas descubrir algo que a ella le interesa. Y esto es importante, no es igual a cero.

Ese reconocimiento está al alcance de tu inteligencia, es decir, de tu capacidad de disfrutar de la clase de matemáticas. Por ejemplo, yo, cuando me licencié, estuve tres años en EEUU, en Berkeley, California, y formaba parte de un equipo de investigación de vanguardia, cuyo jefe era un gran astrofísico con fama de ser absolutamente seco, casi intratable. Después de haberle conocido y trabajado con él, efectivamente puedo decir que era un hombre de relaciones y temperamento difíciles. Era un tipo genial, genial, pero intratable. Yo me daba cuenta de que tenía dos opciones: o daba más peso a su talante o trataba de dar más peso a lo que él me enseñaba y me daba cuenta de que cuando decía ciertas cosas, yo era el hombre más afortunado de la tierra por poder estar con él.

Fabiana: Entonces, mi problema es el prejuicio.

Bersanelli: Se convierte en un prejuicio cuando al constatar una dificultad en el trato con tu profesora (ya sea por su carácter, psicológica o de  otro tipo), dicha dificultad se convierte en la radiografía que aplicas a esa persona. Entonces nada de lo que te suceda podrá apearte de ahí. ¡Si tú ya has decidido que es así, no hay nada que hacer! Pero, pensad si esto no sucede también en las relaciones que mantenéis entre vosotros, con vuestros amigos: si ya – crees haber definido completamente al otro, si has perdido la capacidad de sorprenderte por el mero hecho de que el otro exista, cualquier imprevisto, cualquier cambio que se dé pasará desapercibido, no te darás ni cuenta… ¡lo mismo con tu profesora de matemáticas!

Marco: Pero los profesores nos dicen: «Yo ya me lo sé, a mí no me interesa; lo explico para vosotros».

Bersanelli: ¿Dicen que no les interesa lo que están enseñando? Si yo estuviera en tu colegio haría un cartel bien grande, para que todos lo vieran, que dijera: «No es posible que a los profesores no les interese nada de lo que nos enseñan»…, en fin, haría una revolución…

Mario: Yo tengo un gran problema con los profesores, porque hay algunos que se preocupan mucho por ti, establecen un diálogo y, en fin, un profesor así ayuda porque te sientes valorado y tratas de no desilusionarlo. Pero hay otros profesores para los cuales tú tienes que estudiar y punto. Parece que hasta entran en clase como si estuvieran en una oficina, muy “diplomáticamente”. A mí un profesor así me bloquea, no soy capaz de mostrar todo lo que puedo hacer.

Por ejemplo, tenía una profesora de dibujo geométrico que era terrible, te juro que era incapaz de hablar con ella y cuando se iba de clase yo me quedaba pensando: «Podría haber dicho cien mil cosas y no he dicho nada». Sin embargo, este año tengo un profesor con el que me encuentro muy a gusto y trabajo con calma. Me acuerdo, por ejemplo, de que el año pasado teníamos dos horas para hacer una prueba de seis dibujos y yo hacía como mucho dos y, si estaban bien, conseguía aprobar y si no, nada de nada. Pero estaba muy nervioso.
En definitiva, me gustaría saber cómo mantener una relación con un profesor que no se preocupa por ti y te trata como un número.

Bersanelli: Me llama la atención lo que has dicho, que con un profesor que se pone en juego en una relación con los alumnos, te esfuerzas y tratas de no desilusionarlo. Esto es interesante, es cierto, y vale también para mí: las personas con las que colaboro más gustosamente en mi trabajo sor aquellas con las que existe una recíproca estima, Con ellos no hago las cosas sólo porque las tenga que hacer, sino que intento no desilusionarles, que estén contentos. De este modo siempre haces más de lo que “debes”. Recordad esto: no se hacen bien las cosas que hay que hacer si no existe un motivo para hacerlas más allá del mero deber, porque el motivo nunca es una ley, sino el afecto, es decir que veas un bien en lo que haces.

Ahora bien, también sucede lo contrario, como tú decías. Si tienes delante a un profesor que no te valora, que no te hace sentir estimado, que hace que te sientas un número, te bloqueas, como si tu cerebro estuviese paralizado. Uno espera que este caso se dé lo menos posible y, si tiene ocasión, intenta seguir a otro profesor (sé que no se puede…). A ti te estimula el hecho de que tu maestro demuestre que te aprecia, te hace sentir inteligente te alegra, casi como al atleta que lanza la jabalina bajo la atenta mirada de su amiga, por la que está dispuesto a dar el máximo de sí. Cuando, por el contrario, tienes delante al profesor que te mira como un número, que ni se da cuenta de tu existencia como ser humano, como ser grande y libre, te sientes bloqueado. Este tipo de maestros hacen que te enfades y es normal que surja una dificultad.

Así que, ¿qué puede marcar la diferencia? Por mi experiencia, te diré que lo que marca la diferencia es el hecho de que tú eres consciente de que existe alguien -que no es necesariamente tu profesor- que te tiene presente y te mira como a un ser humano, grande y libre. Por eso no mermas, tu dignidad, tu conciencia, tu capacidad de respuesta, tu capacidad crítica no se ven mermadas es decir, no estás a merced de esa persona, de la reducción inevitable que haría de ti ese profesor. Si tienes claro el punto que te corresponde, objetiva y afectivamente, si tienes esa suerte, no es que se resuelva el problema (el problema existe, si puedes, evítalo, quizás el día de mañana puedas ir a la universidad y si hay un profesor al que seguir, escógelo), pero tú eres libre. El problema es que sepas a quién sigues en la vida, que sepas de quién te fías: entonces eres libre, hasta para quien tiende a reducir tu dignidad.

Marianna: A menudo, en los períodos en los que hay muchos deberes y exámenes, no veo el momento en que se acaben, que lleguen las vacaciones o algún día de fiesta para descansar y ver a los amigos ¡sacrosanto derecho! Pero me doy cuenta de que no es la posición justa frente a esa realidad, los deberes y los exámenes. Por eso quería preguntar ¿cómo se pueden vivir estos momentos de mayor esfuerzo sin reducirse a pensar “esperemos que pasen”? El deseo de ver a los amigos, ¿cómo puede ser una ayuda y no un modo para huir de la realidad que tienes delante?

Bersanelli: En primer lugar no debemos forzar la naturaleza, y es natural que si uno está haciendo un trabajo duro, si está estresado, no vea la hora en que esa situación acabe: ¡es así desde que el mundo es mundo!
Pero tú has hecho la pregunta de modo que obliga a ir más al fondo: ¿cómo es posible que no se reduzca todo a esto?

Sería escalofriante pensar que la vida se reduce a la espera de que pase el próximo problema, porque después de ése viene el último problema que está allí, en el fondo, que te espera y después acaba todo. ¡La vida es para ser vivida, no puede posponerse a cuando se acaben los problemas y las dificultades, o los compromisos, o las pruebas!

Aquí la pregunta se hace seria: ¿cómo es posible que la vida del estudiante, llena de deberes y tareas no tenga como único ideal que todo esto acabe? Uno podría decir: «Está claro, el objetivo último es acabar la escuela». Pero luego la escuela acaba, ya no hay deberes, y ¿qué haces?
La cuestión es, por tanto, el ahora; es una pregunta sobre el presente: ¿cuál es la positividad, cuál es el gusto, el interés, la fascinación que tú vives en la vida, en tu vida en conjunto, por tanto, también en el estudio? ¿Cuál es el bien por el que tú vives ahora? Si uno, de algún modo, no percibe una positividad en el presente, es como si siempre pospusiera todo a un después que no existe.

Ahora viene la segunda cuestión, cuando hablabas de los amigos. Yo, por mi experiencia, veo que es muy fácil caer en este círculo vicioso, por el cual, sutilmente, es como si toda la vida fuese la espera de la eliminación de los problemas que nos atenazan. Pero en una compañía, en un cierto tipo de compañía, he encontrado un punto de ayuda para afrontar el presente, es decir, para vivir los problemas en vez de esperar a que se resuelvan. Busca las personas que te ayudan a esto, es decir, busca las personas que te demuestran una positividad en el presente, no que te prometen algo para el final, sino que te impresionan por algo diverso ahora.

Monica: En Módena estamos empezando el “Study Point”, una serie de grupos de estudio con la ayuda de profesores y de universitarios, en los que queremos lanzar la idea del estudio como descubrimiento. El “Study Point” no es principalmente un sitio donde si tú tienes un problema con una asignatura, viene el profesor y te la explica, sino que nace de la idea de que, ya sea en las cosas que te gustan, ya sea en aquellas en las que tienes dificultad, tú puedas descubrir algo.

Bersanelli: Este es un ejemplo de que se puede ser protagonista en el estudio, sujeto consciente de la acción. Esta bella idea del “estudio como descubrimiento” describe lo que intentaba decir antes, cuando hablaba de la curiosidad: la idea del descubrimiento es realmente bella porque nace de la percepción de la realidad (la realidad que puede ser, por ejemplo, la historia medieval, la fisiología, la arquitectura, todo lo que estudiáis…) como una novedad continua, como algo que sucede en este instante.

Entonces, ¿qué es lo que no debe faltar en vuestros grupos de estudio? La percepción de la realidad como novedad. La realidad, en este instante, tiene dentro un misterio que sigue sorprendiendo. Pero para descubrirlo hace falta un método: somos seres humanos, no lagartijas, por lo que nuestra relación con la realidad no es sentimental, precisamente porque es un camino; me han enseñado que, en griego, la palabra “método”, tiene la misma raíz que la palabra “camino”. El descubrimiento es un camino, no un sentimentalismo, ni una emoción pasajera, y para que este camino se pueda recorrer con seguridad, se necesita un maestro, alguien que te introduzca a la estética del mundo, porque en soledad no se conoce nada. El conocimiento tiene siempre un aspecto comunitario, es decir, sucede en relación con alguien.

No estáis en la escuela para recibir algo que se os distribuye de modo mecánico. El motivo por el que la escuela existe, como os decía al inicio, es que el ser humano está hecho para llegar a la plenitud, y para esto debe ser educado. Entonces el “hacerse mayor” no es algo pasivo, es un trabajo tuyo sobre ti mismo, que haces con ayuda de otro. Porque sin el otro, sin un maestro, y sin la compañía entre vosotros, se hace prácticamente imposible llevar a cabo esta indicación que atraviesa todos los particulares que la escuela propone, todas las asignaturas que estudiáis. Cualquiera que sea nuestro camino particular, nuestra preocupación tiene que ser, en primer lugar, por el destino, es decir, por el cumplimiento de nosotros mismos. Y entiendo otra cosa: uno puede ser o llegar a ser buenísimo en su campo, la astrofísica o el lanzamiento de jabalina, sin realizarse, es decir, sin amor por el hombre y su destino, sin cumplir la propia persona. Por tanto, lo más importante es que vuestra libertad esté abierta a aquellas ocasiones que da la vida, a aquellos encuentros que suscitan esta búsqueda y este amor

Vincenzo: Quisiera saber la diferencia que hay entre estudiar con personas que tienen como única preocupación un futuro mejor y con personas que como preocupación tienen el destino del hombre.

Bersanelli: Tiene que ver con la cuestión sobre el presente que ha suscitado Marianna: si uno estudia o trabaja sólo por un futuro mejor, es como si estuviera siempre desfasado, como si viviera siempre en la espera de algo que luego, básicamente, no se realiza nunca, porque superado un examen hay otro. Hay siglos enteros en la historia de la humanidad y de las civilizaciones que están impregnados de este fenómeno que se llama ideología, sea de la naturaleza que sea. La ideología es un esquema que hace estable esta posición, es decir, todo está en función de un destino mejor.

Es justísimo que todo esté en función de un futuro mejor, pero no es creíble si no comienza en el presente, si no comienza por un incremento de humanidad, de verdad, de interés en el presente. Por eso es importante que sepáis reconocer a vuestros maestros. Los verdaderos maestros no son los que os hacen grandes promesas para el futuro; los verdaderos maestros son los que os muestran una experiencia que puede vivirse ahora, de otro modo, según mi parecer, son poco creíbles. Respecto al estudio, como respecto al resto de la vida.

Paolo: Estoy en cuarto curso de formación profesional. Me encuentro en una situación un poco extraña, no tengo asignaturas preferidas, no tengo profesores que me sean particularmente simpáticos… Quería preguntar cuál es el método para apasionarse por una asignatura..

Bersanelli: Dime una cosa, ¿entre tus compañeros hay alguno que esté interesado por alguna de las asignaturas que estudia?

Paolo: Sí.

Bersanelli: ¿Tienes alguno en la cabeza ahora?

Paolo: Sí.

Bersanelli: Muy bien, y por ejemplo, ¿cuál es la asignatura que se le da bien a ese amigo?

Paolo: Lengua y literatura.

Bersanelli: ¿Sientes curiosidad por el hecho de que él tenga esta apertura hacia la Lengua, te has dado cuenta, por lo menos, te has dado cuenta?

Paolo: Sí, me he dado cuenta porque siempre saca nueves, pero… es extraño porque no es que se esfuerce mucho, le sale natural, como un don…

Bersanelli: Entonces, empecemos por el hecho de que este compañero tuyo, u otros, tienen un don natural. La primera cuestión es que si él tiene este don, su don puede ser el punto de partida para mirar cómo hace las cosas, para decir: «Quién sabe qué es lo que encuentra éste de interesante leyendo a Leopardi». Esta pregunta puedes hacértela en este momento -¡no esperes a mañana!- porque, si él encuentra ahí algo interesante, de algún modo te interesa también a ti, porque si no, ni siquiera te habrías planteado este problema. Entonces puedes probar a ensimismarte con él y preguntarle cómo lo hace.

O si no, piénsalo bien, habrá algún profesor que de algún modo, o por lo menos en algún momento, te haya dicho algo bueno, algo interesante… ¡Veis!, es muy importante seguir esos brotes de novedad que se suscitan, en vez de tener un cuadro perfecto del desastre total. Tú puedes hacer un análisis perfecto del desastre de tus profesores, pero eso sólo te hará daño si en medio del desastre, no tienes la humildad de reconocer un punto bueno -puede ser un profesor o un compañero- desde el cual volver a empezar. Porque es partiendo de lo positivo como se construye, no es nunca desde un análisis exacto de todo lo negativo, aunque exista.

También entre marido y mujer es así, porque cuando están muy enfadados viene bien decir exactamente como están las cosas, hacer notar el límite del otro, echarle en cara todos los defectos y los errores; y tú dices realmente cómo están las cosas, exactamente como el otro hace contigo. Nos decimos la verdad, pero es una verdad que no sólo no te mueve, sino que te hunde, porque olvida un pequeño particular: todos esos límites (incontestables) no definen esa realidad que es el otro que tienes delante de ti; porque el otro está definido por un bien infinitamente mayor que sus limites. Sólo se puede empezar de nuevo desde lo positivo que hay en el otro, y entonces uno empieza a aceptar y a vivir ese límite, no a decir «esperemos que pase».